miércoles, 27 de enero de 2010

El Intruso

Una noche más, la incertidumbre me impide dormir. Una buena excusa para estar aquí escribiendo estas líneas ...
"La situación es sencilla; en la cama, con la espalda contra el cabecero y un ordenador portátil sobre mis piernas bien estiradas.
No tengo sueño. Sería estúpido por mi parte si os contara que acaba de entrar el abuelo de Heidi en mi habitación, pero es así. Lo peor de todo esto es que trae una silla plegable en una mano. Me está mirando pero no dice nada. ¿Debería preguntarle qué hace aquí?. Claro que si lo hago puede que el viejo se ponga a hablar y no me deje dormir en toda la noche. Imagino la situación cuando, a las 7.15 am, Pedro me llame inquieto desde su teléfono móvil para indicarme que ya está abajo en el coche esperándome.
El abuelo de Heidi sigue en mi habitación. Ha acoplado la silla en la esquina que hay cerca de la ventana y se ha sentado. -¡Qué pillo! - pienso cuando descubro que se ha puesto ahí para estar calentito cerca del radiador.
El radiador está encendido. Pues no pienso dejarlo toda la noche encendido para que el abuelo de Heidi esté calentito. Me levanto, lo apago y me vuelvo a meter entre las sábanas.
Nos miramos. No dice nada. No digo nada. Seguimos manteniendo el cruce de miradas.
Se está mesando la barba con una de sus manos.
¿Qué diablos pinta el abuelo de Heidi en la habitación? - me digo entre pensamientos cruzados que no me llevan a ninguna conclusión definitiva.
Disculpe, - carraspeo para que escuche mi voz clara - usted es el abuelo de Heidi, ¿verdad?. El viejo me mira perplejo ante la pregunta que acabo de hacer pero veo cómo poco a poco los músculos de su cara se relajan. ¡No! -. Su voz lapida lo que es obvio para mi. ¡Es el abuelo de Heidi, a mi no me engaña! - mis gritos han despertado a la vecina que, a la vez que me increpa con palabras mal sonantes, golpea la pared que da a mi dormitorio para que guarde silencio.
El abuelo se está burlando de mi, pues se ha llevado el dedo índice a los labios y me ha chistado como la famosa foto de la enfermera en los hospitales. Me pide que guarde silencio.
No he dormido bien en toda la noche. No por el abuelo de Heidi, no; no es la mayor de mis preocupaciones. No he dormido bien por otros motivos que ahora no quiero contaros.
Casi estoy preparado para bajar, cuando la llamada inquieta de Pedro activa la escandalosa melodía de mi teléfono móvil. Cojo mis cosas y justo antes de cerrar la puerta, entro de nuevo en casa rápidamente hacia el dormitorio y descubro que sigue allí el abuelo, mirándome fijamente. No había sido otro estúpido sueño.
Cuando regreso por la tarde a casa estoy cansado. Dejo las cosas sin pensar dónde. Busco al abuelo. Ya no está. Respiro aliviado. Necesito ir al baño para refrescarme la cara frente al espejo. Antes de entrar escucho un extraño sonido que viene de su interior; entro en él y cuál es mi sorpresa cuando descubro a un snörkel chapoteando en el agua de la bañera llena. Nos miramos fijamente, como pasó con el abuelo de Heidi, pero esta vez ambos sonreímos a la vez que pienso:
"otra noche más sin poder dormir".

Nuevos tiempos

Ya iba siendo hora de retomar mi blog.
Lo he tenido que limpiar de antiguas entradas que me traían tristes o malos recuerdos y es momento de renovar.

Plagado como siempre de ideas, emociones, incertidumbres y caminos nuevos a recorrer, recordaré, a aquellos que os atreveis a regalar a mis líneas algunos minutos de vuestro preciado tiempo, que aquí doy rienda suelta a mis relatos cortos. Por ello lo absurdo y retorcido de la mayoría de las narraciones tiene, como único objetivo, entretener.

Espero que os guste.

Un abrazo

Félix.