viernes, 30 de septiembre de 2016

Quebrada Realidad

Crees despertar, extiendes tu mano y acaricias la bruma de un amanecer que no acaba de despuntar. Sus alas ensombrecen tu camino y aunque te has detenido y le miras con cierta perplejidad eres consciente de todo. Doblar el espacio y el tiempo, la misma sensación a la de no poder hacer nada por evitarlo y entre cada pensamiento y su sentimiento estás atrapado al borde de un precipicio rodeado del más bello paisaje. Árboles y tierra detrás de ti. Océano y horizonte al frente. Saltas al vacío y lejos de arrepentirte todo se quiebra a tu alrededor como un puzzle, tu escena ficticia se quita el disfraz y es ahora, cuando la oscuridad te ha envuelto, cuando abres los ojos, que captas lo esencial al sentir la bruma atravesar tus dedos ... sólo lo esencial. No necesitas más.

jueves, 30 de abril de 2015

BREVE RELATO ÉPICO

BREVE RELATO (escrito para el curso de "Escritura Creativa" en 2008)
Con todas sus fuerzas tiraba de las riendas de su noble corcel, para darle más brío cabalgando. Desde temprano sólo habían parado en dos ocasiones, sobre todo para no cansar mucho a la bestia y también para refrescar el gaznate antes de proseguir a galope.
Eran tierras áridas, arropadas por el duro invierno que aquel año estaba azotando la región. A lo lejos, las montañas Kum, estaban abrazadas por nubarrones oscuros para así tapar, los conjuros y hechizos que allí elaboraban seres místicos de todas las razas y especies del mundo conocido.
De nuevo el jinete, azuzó al caballo para que aumentara su galope y así llegar lo antes posible a la Gran Puerta de "Arzonia",  la ciudad de la magia.
Nadie vigilaba la entrada cuando, con lentitud, bajó del caballo. Descansa – le apremió dándole unas palmaditas sobre la crin – lo has ganado, mi fiel amigo. El caballo le dirigió una mirada cómplice a su jinete y haciéndole caso se sentó.
La puerta de Arzonia estaba protegida por cientos de sortilegios mágicos permitiendo sólo el paso a aquellos que realmente tenían permisos para pasarla.
Era una puerta en forma de arco, marcado con runas todo su marco. Sencilla, de color marfil, antaño fue construida por los Enanos antes de ser traicionados por el Mago Norwend, como regalo por la ayuda recibida en las guerras que en aquel entonces, plagaban toda la tierra conocida.
Keiko se acercó lentamente pero con seguridad a la puerta, estiró su brazo y con un suave movimiento en su mano agitó el fino hilo de agua oculto que separaba el umbral que había al otro lado de la puerta. Un fuerte haz de luz brotó desde el interior del acceso y Keiko, rápidamente, cubrió sus ojos con la capa oscura que llevaba sobre la espalda para no quedar ciego ante el potente brillo que en esos momentos le cubrían el cuerpo.
La luz se apagó por el mismo sitio de donde había salido como una explosión. Keiko descubrió la cara quitándose la capa. ¿Qué extraño?, pensó. – Antes este conjuro no formaba parte de la puerta. ¿Por qué ponerlo ahora?. Su expresión sombría se oscureció aún más cuando apareció Sly. ¿Qué os trae por aquí mi valeroso Keiko?- , preguntó el repugnante individuo mientras le observaba. Hizo una rápida observación de la indumentaria del elfo oscuro que ante él se encontraba. Keiko era claramente un descendiente de los elfos Viko, conocidos en tierra de los hombres como Vikingos.
Despiadados y crueles, hacía años, sólo unos pocos habían sobrevivido al castigo impuesto por su dios Thor y si lo habían hecho era porque habían pasado las cinco pruebas de la vida. Keiko era uno de ellos. Forjados en las campañas de guerra, desde pequeños, eran despojados de todo sentimiento inútil que pudiera hacerles débiles frente al enemigo. Sin embargo, su orgullo y ansias por la inmortalidad, había llevado a varios a retar al mismísimo Thor, que al descubrir la traición, maldijo a todos convirtiéndoles en hombres y deshonrándoles sin la insignie de elfos. Sólo los que superaran la prueba de la vida podrían seguir conservando la estirpe, que antaño, les proporcionó gloria y honor ante todo el mundo conocido.
Keiko tenía orejas puntiagudas y dientes muy afilados. Su piel poseía la oscuridad de la Luna y el brillo de la misma en la noche más profunda. Su manos poseían dedos alargados y con uñas perfiladas en punta. Poseía unos músculos bastante desarrollados, algo inusual en los de su raza. Su ropa era muy extraña, Sly nunca había visto a nadie vestir así. Era una ropa ajustada, con un ligero brillo y oscurecida. Lo que más le asustaba a Sly de Keiko era la profundidad de sus ojos rojos, atrapados en un universo desconocido para el resto.
- Sly, ¿cuántas veces tengo que decirte que no me trates como a un amigo?, aún no te has percatado de que no tengo amigos. Hazte un favor y apártate de mi camino, tengo prisa -. Tras decir esto, Keiko hizo el amago de andar pero Sly interrumpió su marcha bloqueándole con el bastón que agarraba con firmeza su mano.
Keiko hacía mucho tiempo que no se cruzaba con Sly, pero no era su pretensión, nunca lo había sido. Evitarlo era la idea más acertada antes que un enfrentamiento con él. Tenía piel de serpiente y manos membranosas entre los dedos. Despedía un horrible hedor a pantano y su piel amarillenta obligaba a mirar a otro lado. – No sé cuántas veces tengo que hacerte la misma pregunta, forastero Viko, siempre creí que eras un poco más inteligente que los de tu calaña.-, sonreía mientras le dirigía estas palabras al elfo oscuro. Con una fulgurante mirada, entre odio y compasión, Keiko intentó de nuevo inciar el paso sin dar explicaciones pero una vez más Sly se lo impidió.
¡Déjame pasar!, instó al guardian. Es para alguien más importante que tú el mensaje que traigo, de modo que déjame pasar o …-, sus palabras se interrumpieron. ¿O qué?- decía mientras soltaba una risa crispante para el elfo.
Keiko retrocedió unos pasos y llevó su mano a la empuñadura de la espada que llevaba envainada en la espalda. Sus ojos se entornaron, sus dientes se apretaron unos contra otros marcando una terrible expresión de odio y su pelo empezó a elevarse en una ténue levitación. Tienes dos opciones – dijo con rotundidad, - y una única oportunidad, Sly –. Su mano se acercaba cada vez más a la empuñadura de la espada. – Quítate de mi camino sin hacer más preguntas o muere sin la piedad, que no tengo ni te voy a dar.
Sly permanecía inmutable frente a la situación y palabras del Elfo. Era como si no le importara nada de lo que le pudiera decir. ¿A qué has venido Keiko?- preguntó de nuevo, esta vez sin risa alguna.
Ya estaba cansado de aquella situación y Keiko extrajo su espada de doble hoja mientras con gran rapidez se abalanzaba sobre su enemigo. Sly se desvaneció de su centro de visión y la espada cruzó el aire sin alcanzar ningún objetivo.
Keiko sentía su presencia cerca. Giró sobre sí mismo buscando a Sly. Sigues siendo un mago mediocre – alzó su voz para que pudiera oírlo. Si crees que desvaneciéndote en el mismo lugar puedes vencerme estás muy equivocado. Durante estos años he viajado a lugares muy lejanos, donde he aprendido artes de magia arcana- dijo Keiko buscando aún a su enemigo – me estás subestimando, como has hecho siempre y en esta ocasión has cometido el mayor error de tu vida retándome -, respiró profundo mientras trataba de encontrarlo en su campo de visión.
Sly reapareció frente a él a cierta distancia. – ¿Qué te hace pensar que yo sigo siendo el mismo, Keiko?, dijo con pose rígida mirando al elfo.
Durante unos instantes ambos se miraron fijamente, con todo el odio que se tenían el uno al otro. De repente Sly alzó su bastón y a gran velocidad empezó a invocar un sortilegio de ataque. El brazo derecho del elfo, seguía sosteniendo la espada de doble hoja mientras que su brazo izquierdo lo ocultó doblado tras la espalda y con la mano en forma de cuenca empezó a susurrar palabras astrales.
De su mano un punto de luz empezó a emerger y a medida que invocaba, el punto iba aumentando. Era de luz blanca y azul y su poder crecía por momentos.
Al otro lado Sly, proseguía con el sortilegio y un rayo continuo, de color del fuego, cayó desde el firmamento a la punta del bastón que sostenía.
Se miraron de nuevo, sostuvieron la mirada sin dejar de invocar sus sortilegios pero en esta ocasión fue Keiko el que esbozó una sonrisa complaciente y lanzó con toda su furia un brutal ataque.

viernes, 8 de abril de 2011

Dedicado a ti



(Haz sonar esta canción en otra pestaña del navegador; te llenará aún más mientras lo lees)


Son las 11 de la mañana y el momento tan esperado se acerca. Comprendo perfectamente porqué se acelera mi corazón y sin embargo estoy tranquilo.
Ella está allí, sentada, esperando a que aparezca en cualquier momento. Llego tarde pero no me lo toma en cuenta. Me aproximo por su espalda, apoyada en el respaldo del banco sobre el que está sentada. Llamo su atención, se gira, se levanta y me sonríe. Convierto la escena en fotogramas, que sin dolor, se tatúan en mi retina, se marcan en mis latidos. Devuelvo complaciente la sonrisa. "¡Ahora es el momento!"-pienso; aunque preferiría que fuera mi destino el que lo decidiera, porque lo que de verdad quiero decirle, lo que de verdad quiero que sepa, es que ...

Quiero escribir su historia, mi historia ... Nuestra historia.



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Para Marta y para todos los que os sentís así ;)


martes, 29 de marzo de 2011

El patín dorado

La pista de hielo estaba vacía, en silencio y a oscuras. Podían escucharse las pinceladas de las cuchillas de unos patines cortando con delicadeza la fría superficie sobre la que se deslizaban. A ella le gustaba hacerlo así, sin nadie que la limitara en nada, con plena libertad y conociendo cada detalle de las dimensiones de la pista. Era la forma extrema para expresar al máximo su arte interior. Cada figura le permitía liberar sus más profundos sentimientos y sin embargo, ella notaba que le faltaba algo. Le faltaba la música. No podía sincronizarla desde allí abajo y aunque la tenía en la cabeza no era lo mismo. De repente cayó sobre la dura escarcha haciéndose más daño de lo habitual. Se quedó sentada, desanimada y pensativa.
La oscuridad en la que se encontraba sumida se vio iluminada por la repentina y misteriosa luz de un foco centrado sobre ella. Se incorporó, preparada para empezar de nuevo. Un precioso vestido negro con pequeñas lentejuelas, estilizaba todo su cuerpo y le hacía brillar de forma única sobre aquel pequeño firmamento estrellado. La música salió de su pensamiento y ahora podía oírla fuera de ella.
Fue así como comenzó su danza delicada, sincronizada, armoniosa y libre. Ninguna norma o ley dictaba sus movimientos. Cuando hubo terminado, el silencio se apresuró a recuperar el espacio que había perdido pero no del mismo modo la oscuridad. El foco la siguió iluminando al igual que lo hizo durante todo el baile. Fue aquí, en este instante en el que, concentrada sobre todos sus sentimientos percibió con fuertes golpes, cada latido intenso de su corazón. Allí, delante de ella, erguido y oculto en la oscuridad, justo en el borde límite con la luz, había alguien que la contemplaba.
No estaba angustiada, en absoluto, porque algo le decía que le conocía. Se acercó al borde que los separaba, clavó la punta dentada de la cuchilla de su patín derecho sobre el hielo y cerrando los ojos, aproximó lentamente sus labios sobre la oscuridad y el foco entonces, se apagó.

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Dedicado a M.

viernes, 11 de marzo de 2011

Lo que echo de menos en ti

Cuando abrí los ojos la encontré sentada en la vieja silla de madera junto al tocador. Pude ver cómo desenroscaba en una de sus largas piernas la primera media, con un inconsciente movimiento sensual. Aún no había amanecido y la débil luz de la lámpara de la mesilla dibujaba su perfil contra la pared y parte de su cuerpo en el reflejo del espejo. Sin levantar la mirada, continuó vistiendo su otra pierna - ya me marcho. No pensé que fueras a despertar tan pronto.
Sólo me limité a mirar. El viejo reloj despertador de agujas marcaba las 5.15 de la madrugada y yo permanecía sentado en la cama, con la espalda apoyada contra el cabecero. - Sabes lo mucho que significas para mi - dijo casi para si misma - pero no podemos seguir viéndonos. No así. Nunca pensé que te querría tanto y - tragó con dificultad - aunque no tienes la culpa por cómo se han desarrollado las cosas, soy incapaz de aceptar que esta situación continue. Voy a salir por esa puerta y espero que no digas o hagas algo para impedírmelo.
Se incorporó, estiró con un pequeño gesto la falda para quitar las arrugas que se habían formado por estar sentada y cogío el bolsito de la mesilla sobre la que estaba la lámpara que, de forma débil, nos alumbraba. Se dirigió indecisa hacia la puerta, agarró el pomo, dejó a medio abrir la puerta de la habitación del Motel de carretera y con lágrimas en los ojos me lanzó un beso con la mano. Aceleró su paso, dándome la espalda y sin girarse cerró la puerta tras de si. Pasó por delante de varias puertas de otras habitaciones y no pudo evitar, a pesar del paso vivo con el que se dirigía a las escaleras que la llevarían a la zona del aparcamiento, pensar en cada una de las posibles historias que tras cada habitación habría.
Ya situada al lado de la puerta del coche, con mano temblorosa, buscó impaciente las llaves para abrir y entrar en su interior. - Por fin las encontré - pensó sintiendo en su cuello las fuertes pulsaciones. Se sentó tras el volante, depositó el bolso sobre el asiento del acompañante y por un momento, sintió que se relajaba. Breves instantes después introdujo la llave en el contacto y arrancó el motor.

Llevaría aproximadamente una hora conduciendo, por una carretera secundaria, a oscuras salvo las zonas que los faros encendidos del coche podían iluminar. Los puntos de luz del cielo nocturno brillaban menos que cualquier sentimiento que en ese momento fluía de su interior. Detuvo el vehículo a un lado, en la cuneta, bajó de él, cerró la puerta y se apoyo contra la parte delantera del mismo, en el capó y la rejilla del radiador. Perdió la noción del tiempo contemplando tanta belleza en el cielo nocturno. Las lágrimas brotaron desbordadas sobre sus mejillas y aquel espantoso dolor estrangulaba su pecho. Fue al interior del coche para buscar el bolso. En su interior encontró los pañuelos de papel para secar sus ojos. Brillaban a pesar de la oscuridad y cuál fue su sorpresa cuando se percató que en su interior había también un sobre. Lo sacó junto a un pañuelo y lo revisó por fuera. Escrito a mano leyó "Lo que echaré de menos". Abrió el sobre y de su interior sacó una carta, también escrita a mano. Era su letra, la de él.
Encendió las luces de posición para tener algo de luz para leer, de nuevo apoyada, en la parte frontal del coche. Al igual que antes, con lágrimas en los ojos pero con una emotiva sonrisa que se dibujaba en su boca a medida que la leía, una vez hubo terminado su lectura, agarró con fuerza la carta con sus dos manos y arrugándola la abrazó con toda su fuerza sobre su pecho. Observó el cielo antes de emprender de nuevo la marcha y ahora sí pudo ver estrellas que parpadeaban de forma intensa con un fondo rojizo anaranjado de aquel nuevo amanecer.
Adiós, siempre te querré - dijo en alto antes de aflojar sus manos para soltar la carta.
Una suave brisa sopló alejando de ella la hoja de papel.
Entró en el coche, echó el respaldo del asiento hacia atrás para recostarse en él y encendió la radio. Era Katie cantando y, escuchándola, dejó navegando sus sentimientos en lo más profundo del corazón mientras disfrutaba de aquel lento amanecer entre montañas.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Crónicas del Tiempo - "Las Nornas" del Destino

Elena podía oír los fuertes latidos de su corazón junto con su respiración irregular. Todo estaba oscuro a su alrededor, por lo que decidió cerrar los ojos para centrar más su interés en otros sentidos. Lo primero que pudo diferenciar entre el aparente silencio, fue un goteo inicial en lo que parecía estar a la izquierda. Se giró y el goteo parecía seguirla sobre su propio movimiento. Un segundo goteo se añadió a la creciente desesperación que empezaba a brotar como sentimiento desde lo más profundo de ella. Dos goteos, incesantes, constantes y desquiciantes, todo al mismo tiempo. Un todo. Un chasquido. Elena pudo oír un chasquido, junto al que ora era el primer goteo ora era el segundo para volver inmediatamente al primero. Otro chasquido. Goteo, chasquido. Un gemido susurrado y el terror creciente añadido a la locura más humana nunca antes conocida. Extendió sus brazos mientras giraba, tratando de alcanzar algo, palpar alguna superficie, pero nada. Anduvo sin saber hacia dónde y sin tiempo. Estaba atrapada en una nada que poseía todo. Otro goteo y no palpaba nada. Vueltas y vueltas en el infinito terror en el que estaba atrapada. Quién o quiénes habían urdido tales artimañas para encerrarla allí, si es que realmente estaba encerrada. Cada vez oía más cosas a su alrededor, si es que en realidad estaba girando y no veía ni palpaba nada. Fue entonces cuando, a punto de dejarse caer sobre un posible suelo, la voz dulce de una mujer acalló cualquier otro ruído que antes invadiera aquel inapacible extraño lugar.
- "Dime niña, ¿qué quieres saber?, que no sea ni lo que va delante ni lo que va después".
¿Un acertijo quizás?, pensó Elena. La cabeza aún le daba vueltas. Se sentía mareada, con ganas de vomitar. No, no tenía gana alguna de contestar ni a esa voz ni a nadie, simplemente quería regresar a casa - Si te lo digo ¿qué lograré a cambio? -
La voz de la mujer reincidió en la pregunta y en sus palabras, Elena, no percibió alteración de tono alguno. -De acuerdo,- Elena pensaba lo más rápido que podía, sin saber realmente por qué, pues a ella no le habían puesto un tiempo. ¡Claro, ya está! - se dijo para si misma. Aquella voz de mujer hacía referencia al "Presente". Elena no dudo ni un instante en formular la pregunta - "¿Dónde estoy?" y fue cuando otra dulce voz de mujer, distinta a la primera dijo "pues lo que ya fue formó parte del ahora y también al revés". Elena no entendía nada, no le habían respondido. Sin embargo no tuvo duda alguna de que la voz que le hablaba se refería al Pasado. A la primera voz le formuló la pregunta adecuada y esta vez debía averiguar qué decir que le proporcionase la respuesta siguiente a su pregunta. "Vine de fuera", respondió Elena y una tercera voz, severa y rotunda intervino con "Y lo siguiente estará por llegar. Sólo tienes que sentarte y saber esperar". ¿A qué tenía que esperar? y ¿sentarse sobre dónde?. No entendía nada pero no tenía otra opción. Se dispuso a sentarse cuando empezó a caer y caer y caer, como si fuera infinito. Fue entonces cuando sintió que tenía que abrir los ojos. Nada estaba oscuro pero tampoco era mejor. Estaba dentro de un tunel cuyas paredes estaban formadas por una espiral tridimensional que giraban en sentido contrario a ella. Cada vez había más y más luz y sintiéndose completamente mareada por mirar fijamente la espiral, sin quererlo, a consecuencia del mareo, se atrevió a mirar hacia abajo y su pánico fue acallado cuando impactó contra una gigantesca membrana elástica que la impulsó hacia arriba, de donde supuestamente venía, a una velocidad inconcebible para el ser humano. Elena desapareció. En aquel plano cósmico ya no estaba. Había desaparecido, pero ¿adónde o a cuándo?.
El túnel de espiral se cerró y la oscuridad volvió a reinar en aquel sitio en el que Elena había derrotado, sin saberlo, a las Tres Hermanas del Destino.

lunes, 11 de octubre de 2010

Crónicas del Tiempo - Caronte

Los primero rayos de sol despuntaron en la casa de Elena y el nerviosismo por el que estaba invadida desde hacía mucho rato era patente en el temblor de sus manos. Sujetó el bote opaco y se lo acercó. Estaba muy frío a pesar de no haber estado en contacto con bajas temperaturas. Se dispuso a abrirlo entre una fuerte curiosidad y a la vez un creciente pánico a lo desconocido. Cuando la tapa dejó desprotegido el interior del objeto, un extraño hedor brotó de su interior y Elena no se pudo contener. Apartó el miedo, lo dominó, disponiéndose a mirar dentro. Lo hizo, pero no había nada. La decepción hubiera sido enorme de no ser porque al poco de mirar, un sorprendente movimiento surgió desde aquella oscuridad interna. ¿cómo podía verlo si estaba tan oscuro?. Fuera lo que fuera que se moviera allí dentro, de repente, saltó sobre una de sus manos. Elena profirió un grito tan gutural e intenso desde las mismísimas entrañas de su cuerpo que se pudo oír en todos los rincones del pueblo. Aquella cosa viscosa tiraba de ella hacia el interior del bote y a pesar de la resistencia impuesta, ella empezó a disminuir en tamaño para ser absorbida por el extraño ser que albergaba el interior del bote.
Elena estaba angustiada, asustada, le faltaba aire ... Elena, no podía respirar y todo quedó oscuro para ella ...

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Diana vomitó barro en varias ocasiones. No recordaba nada anterior a cuando se estaba ahogando. Algo tiraba de ella hacia el fondo y aunque luchó por evitarlo finalmente tuvo que ceder. Tras revisar que no había sufrido daños físicos aparentes empezó a mirar a su alrededor con el fin de averiguar dónde estaba. La ropa que vestía estaba sucia, harapienta y su pelo húmedo enredado entre algunas algas.
Hizo un rápido análisis de la situación y comprobó que estaba encerrada en una especie de pequeña sala circular sin paredes. El círculo del suelo emitía una ténue luz que iluminaba lo suficiente para saber que más allá del círculo no había nada. Invadida por el brote de un ataque de nervios inició el paso hacia un punto indeterminado, ya que al ser un círculo el destino, probablemente, sería infinito. La situación se complicó aún más cuando al dar unos pocos pasos, la superficie empezó a inclinarse frente a ella hacia abajo. Tuvo que retroceder de espaldas, lentamente, unos pasos, deshaciendo el camino que había hecho. Provocó así el proceso inverso, ahora el suelo se inclinaba hacia su espalda. Fue entonces cuando Diana se percató de que estaba sobre una plataforma circular sujeta a una base vertical. Sabía que si daba un paso más allá del límite de inclinación, ella caería en lo profundo del vacío oscuro por el que estaba rodeada ...

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