jueves, 30 de abril de 2015

BREVE RELATO ÉPICO

BREVE RELATO (escrito para el curso de "Escritura Creativa" en 2008)
Con todas sus fuerzas tiraba de las riendas de su noble corcel, para darle más brío cabalgando. Desde temprano sólo habían parado en dos ocasiones, sobre todo para no cansar mucho a la bestia y también para refrescar el gaznate antes de proseguir a galope.
Eran tierras áridas, arropadas por el duro invierno que aquel año estaba azotando la región. A lo lejos, las montañas Kum, estaban abrazadas por nubarrones oscuros para así tapar, los conjuros y hechizos que allí elaboraban seres místicos de todas las razas y especies del mundo conocido.
De nuevo el jinete, azuzó al caballo para que aumentara su galope y así llegar lo antes posible a la Gran Puerta de "Arzonia",  la ciudad de la magia.
Nadie vigilaba la entrada cuando, con lentitud, bajó del caballo. Descansa – le apremió dándole unas palmaditas sobre la crin – lo has ganado, mi fiel amigo. El caballo le dirigió una mirada cómplice a su jinete y haciéndole caso se sentó.
La puerta de Arzonia estaba protegida por cientos de sortilegios mágicos permitiendo sólo el paso a aquellos que realmente tenían permisos para pasarla.
Era una puerta en forma de arco, marcado con runas todo su marco. Sencilla, de color marfil, antaño fue construida por los Enanos antes de ser traicionados por el Mago Norwend, como regalo por la ayuda recibida en las guerras que en aquel entonces, plagaban toda la tierra conocida.
Keiko se acercó lentamente pero con seguridad a la puerta, estiró su brazo y con un suave movimiento en su mano agitó el fino hilo de agua oculto que separaba el umbral que había al otro lado de la puerta. Un fuerte haz de luz brotó desde el interior del acceso y Keiko, rápidamente, cubrió sus ojos con la capa oscura que llevaba sobre la espalda para no quedar ciego ante el potente brillo que en esos momentos le cubrían el cuerpo.
La luz se apagó por el mismo sitio de donde había salido como una explosión. Keiko descubrió la cara quitándose la capa. ¿Qué extraño?, pensó. – Antes este conjuro no formaba parte de la puerta. ¿Por qué ponerlo ahora?. Su expresión sombría se oscureció aún más cuando apareció Sly. ¿Qué os trae por aquí mi valeroso Keiko?- , preguntó el repugnante individuo mientras le observaba. Hizo una rápida observación de la indumentaria del elfo oscuro que ante él se encontraba. Keiko era claramente un descendiente de los elfos Viko, conocidos en tierra de los hombres como Vikingos.
Despiadados y crueles, hacía años, sólo unos pocos habían sobrevivido al castigo impuesto por su dios Thor y si lo habían hecho era porque habían pasado las cinco pruebas de la vida. Keiko era uno de ellos. Forjados en las campañas de guerra, desde pequeños, eran despojados de todo sentimiento inútil que pudiera hacerles débiles frente al enemigo. Sin embargo, su orgullo y ansias por la inmortalidad, había llevado a varios a retar al mismísimo Thor, que al descubrir la traición, maldijo a todos convirtiéndoles en hombres y deshonrándoles sin la insignie de elfos. Sólo los que superaran la prueba de la vida podrían seguir conservando la estirpe, que antaño, les proporcionó gloria y honor ante todo el mundo conocido.
Keiko tenía orejas puntiagudas y dientes muy afilados. Su piel poseía la oscuridad de la Luna y el brillo de la misma en la noche más profunda. Su manos poseían dedos alargados y con uñas perfiladas en punta. Poseía unos músculos bastante desarrollados, algo inusual en los de su raza. Su ropa era muy extraña, Sly nunca había visto a nadie vestir así. Era una ropa ajustada, con un ligero brillo y oscurecida. Lo que más le asustaba a Sly de Keiko era la profundidad de sus ojos rojos, atrapados en un universo desconocido para el resto.
- Sly, ¿cuántas veces tengo que decirte que no me trates como a un amigo?, aún no te has percatado de que no tengo amigos. Hazte un favor y apártate de mi camino, tengo prisa -. Tras decir esto, Keiko hizo el amago de andar pero Sly interrumpió su marcha bloqueándole con el bastón que agarraba con firmeza su mano.
Keiko hacía mucho tiempo que no se cruzaba con Sly, pero no era su pretensión, nunca lo había sido. Evitarlo era la idea más acertada antes que un enfrentamiento con él. Tenía piel de serpiente y manos membranosas entre los dedos. Despedía un horrible hedor a pantano y su piel amarillenta obligaba a mirar a otro lado. – No sé cuántas veces tengo que hacerte la misma pregunta, forastero Viko, siempre creí que eras un poco más inteligente que los de tu calaña.-, sonreía mientras le dirigía estas palabras al elfo oscuro. Con una fulgurante mirada, entre odio y compasión, Keiko intentó de nuevo inciar el paso sin dar explicaciones pero una vez más Sly se lo impidió.
¡Déjame pasar!, instó al guardian. Es para alguien más importante que tú el mensaje que traigo, de modo que déjame pasar o …-, sus palabras se interrumpieron. ¿O qué?- decía mientras soltaba una risa crispante para el elfo.
Keiko retrocedió unos pasos y llevó su mano a la empuñadura de la espada que llevaba envainada en la espalda. Sus ojos se entornaron, sus dientes se apretaron unos contra otros marcando una terrible expresión de odio y su pelo empezó a elevarse en una ténue levitación. Tienes dos opciones – dijo con rotundidad, - y una única oportunidad, Sly –. Su mano se acercaba cada vez más a la empuñadura de la espada. – Quítate de mi camino sin hacer más preguntas o muere sin la piedad, que no tengo ni te voy a dar.
Sly permanecía inmutable frente a la situación y palabras del Elfo. Era como si no le importara nada de lo que le pudiera decir. ¿A qué has venido Keiko?- preguntó de nuevo, esta vez sin risa alguna.
Ya estaba cansado de aquella situación y Keiko extrajo su espada de doble hoja mientras con gran rapidez se abalanzaba sobre su enemigo. Sly se desvaneció de su centro de visión y la espada cruzó el aire sin alcanzar ningún objetivo.
Keiko sentía su presencia cerca. Giró sobre sí mismo buscando a Sly. Sigues siendo un mago mediocre – alzó su voz para que pudiera oírlo. Si crees que desvaneciéndote en el mismo lugar puedes vencerme estás muy equivocado. Durante estos años he viajado a lugares muy lejanos, donde he aprendido artes de magia arcana- dijo Keiko buscando aún a su enemigo – me estás subestimando, como has hecho siempre y en esta ocasión has cometido el mayor error de tu vida retándome -, respiró profundo mientras trataba de encontrarlo en su campo de visión.
Sly reapareció frente a él a cierta distancia. – ¿Qué te hace pensar que yo sigo siendo el mismo, Keiko?, dijo con pose rígida mirando al elfo.
Durante unos instantes ambos se miraron fijamente, con todo el odio que se tenían el uno al otro. De repente Sly alzó su bastón y a gran velocidad empezó a invocar un sortilegio de ataque. El brazo derecho del elfo, seguía sosteniendo la espada de doble hoja mientras que su brazo izquierdo lo ocultó doblado tras la espalda y con la mano en forma de cuenca empezó a susurrar palabras astrales.
De su mano un punto de luz empezó a emerger y a medida que invocaba, el punto iba aumentando. Era de luz blanca y azul y su poder crecía por momentos.
Al otro lado Sly, proseguía con el sortilegio y un rayo continuo, de color del fuego, cayó desde el firmamento a la punta del bastón que sostenía.
Se miraron de nuevo, sostuvieron la mirada sin dejar de invocar sus sortilegios pero en esta ocasión fue Keiko el que esbozó una sonrisa complaciente y lanzó con toda su furia un brutal ataque.