martes, 23 de marzo de 2010

Los Frosties


Tres tristes tigres comen trigo en un trigal y claro, de repente aparecí yo como caído del cielo entre tanta espiga. Me había perdido horas atrás, no me pregunteis cómo, y sin rumbo fijo estaba deambulando tratando de encontrar el camino a casa.
Pobres animalitos - pensé - tendrán hambre por que ¿desde cuándo los tigres comen trigo?. Mi pregunta fue contestada al momento. Corrí con todas mis ganas huyendo de ellos, abriéndome paso entre las largas espigas que sembraban aquel interminable campo hasta que llegué, exhausto, a una pequeña granja hecha de ladrillos. Llamé con ímpetu hasta que alguien me abrió la puerta. Tres cerditos vestidos como personas me abrieron, pero no era el mejor momento para ponerme a preguntar sobre lo absurdo de la situación, porque allí nada tenía sentido y empujándolos hacia dentro, seguí corriendo al interior de la vivienda buscando un lugar donde esconderme de las hambrientas bestias que estaban a punto de darme caza. Sin percatarme había resuelto el problema. Tres tigres, tres cerditos, un cerdito para cada tigre y cuando noté que desde hacía mucho rato no se oía ni un mísero ruido, me decanté por asomar la vista a ver si seguía siendo peligroso o por el contrario los tigres se habían cansado de perseguirme. Efectivamente, se habían cansado y para celebrarlo se estaban zampando a tres cerditos. Justo cuando miré rebañaban los restos del último cerdito, y no saciados con tan suculento plato, cuando apareció el incauto lobo en la puerta de entrada preguntando por los cerditos, los tres tigres se abalanzaron sobre el animal devorándolo sin compasión alguna.
Cuando me disponía a huir durante su distracción, una mano por detrás me sujetó por el hombro. Me giré y frente a mi tenía a un pobre niño con un martillo en una mano y un clavo en la otra. Libérame - me dijo casi sin ganas. - ¿cómo puedo ayudarte y con qué? - le miré extrañado, parecía poseído por el del Sexto sentido y un Jack Nicholson tarado en El Resplandor. - Si me dice Redrum me da un síncope - pensé. Pero no, no me lo dijo. - ¿Quién eres?. Pablito. - Entonces fue cuando ya hilé todo - Tres tristes tigres ... entonces ... Pablito clavó un clavito, ¿qué clavito clavó Pablito?. El niño afirmó con un gesto significativo de su cabeza. - Es tontísimo - le dije - si sólo clavas un clavo ¿por qué preguntar cuál has clavado?. Vaya, había descubierto su secreto. Una risa maléfica dibujó su rostro de oreja a oreja. - Me has pillado -. Pude percibir cómo llenaba sus palabras con cierto sarcasmo. - En realidad los tres tigres son míos - dijo con una gran dosis de felicidad. Era un maldito sádico. Daba de comer trigo a los tigres para que pasaran mucha hambre y luego así alimentarlos con alguna de sus víctimas a las cuales engañaba con el cuento de estar secuestrado en aquella casa clavando clavos, cuando en realidad sólo tenía uno. Yo sería el próximo banquete de sus mascotas.
Pablito me tuvo encerrado durante muchos días en una jaula y lo peor de todo no era el pensar a cada minuto que en cuanto volvieran a pasar hambre sus tigres, yo sería su alimento; ¡no!. Lo peor fue que "el bueno" de Pablito durante todos esos días me alimentó a base de copos de maíz.
Por eso desde entonces odio los Corn Flakes. Ahora desayuno Smacks, que aunque también es trigo, está inflado y azucarado. Eso me gusta más.

Cómo escapé de allí es otra historia; ahora me marcho deprisa o llegaré tarde al trabajo.


2 comentarios:

Unknown dijo...

Cómo se te va la olla...

Diana dijo...

A mi Pablito nunca me calló bien si te sirve de consuelo...

y...prefiero no hacer ningún comentario más, me das miedo xDDD (como estamos de la cabezaaaaa)