domingo, 7 de febrero de 2010

Low Cost

No sé si alguna vez habeis hecho uno de esos viajes espaciales de los que duran más de 3 horas; pues yo no, este era el primero. Esta moda por viajar tanto y conocer mundo, al final te acaba contagiando por muy reacio que seas a ello, pero claro, yo soy de esos que a la hora de hacer algo lo hacen bien o al menos creen hacerlo así. Digo en ese plan porque buscando vuelos baratos por una página de esas de "Low Cost" encontré una cuya publicidad rezaba "últimas plazas para Cabo Cañaveral. Viaje a precio cerrado". Cómo no iba a ir a Cabo Cañaveral, desde donde se lanzan todos esos cohetes que van al espacio y encima por un billete a precio fijo de 5€, aunque fuese sólo de ida. Podría ver lanzar uno de esos trastos en directo. Una vez allí ya resolvería cómo volver a casa muy económicamente.
Se mostraba como el corredor de la muerte la pasarela que, frente a nosotros, estaba instalada a la salida del ascensor de la lanzadera de Cabo Cañaveral. Al final de la misma había una puerta abierta y dos operarios de la NASA a ambos lados para recibirnos y dar las debidas instrucciones. No me costó mucho acoplar en el portaequipajes la mini maletilla que llevaba con dos calzoncillos, un par de calcetines, unos vaqueros y un par de camisetas de manga corta. Verticales, así eran los asientos y así estábamos acoplados sobre ellos. Los nervios, en un primer viaje como este son siempre palpables y la azafata percibió mi inquietud, por lo que vio recomendable acercarse para preguntar mi estado anímico - pues la verdad,- le dije mirándola fijamente - tengo curiosidad por saber si hay que levantar los brazos en el despegue, como en la montaña rusa del parque de atracciones -. Aquella simpática azafata agrió su gesto y no volvió a dirigirse a mi durante el resto del camino rumbo a la estación espacial.
Direis "que tío más grande que viaja por sólo 5€ al espacio" y ese fue el mismo pensamiento que tuve hasta que, ya habiendo despegado y estando a mitad de camino, se me acercó un revisor para pedirme el billete (¿cómo hacía para no caer con tanta verticalidad?. Nunca lo supe). Gustosamente le di el que tenía de "Low Cost" que días antes había sacado por internet. Contuvo una sonrisa despectiva al pensar que no le había entendido bien. ¡No era una broma! "¿había que sacar otro billete?"; la respuesta era que sí. Vamos, que me había "colao by the face", pero no pasaba nada, en la era moderna nos han inculcado que las tarjetas de crédito se admiten en todos sitios y allí no había excepción. Es increíble el poder de los bancos para implantar un datáfono en cualquier lugar del "universo". - ERROR - el mensaje parpadeante se indicaba en la pantalla de blanco y negro del datáfono. Tras varias intentonas, las caras despectivas de otros pasajeros (con dinero, todo hay que decirlo) y la mirada inquisidora del revisor, delataron la cruda realidad y era que no podía pagarme un viaje tan largo y tan caro.
No podían, para beneficio propio, echarme por la borda como en un barco; no porque no quisieran todos, sino más bien porque ya habíamos atravesado varias capas de la atmósfera y quedaba poquito para aterrizar en nuestro destino. Allí ya se encargarían de buscar las represalias adecuadas contra mi.
Aterrizamos y una vez desembarcados todos en la Estación Espacial, el Segundo de abordo nos estaba esperando para citar la normativa obligatoria durante nuestra estancia allí, aunque antes de hacerlo pude observar cómo el revisor (qué tío más impaciente, ni que pudiera huir de allí tan fácilmente) le decía algo al oído, refiriéndose a mi, porque ambos me miraron simultáneamente. Fue entonces cuando todo se desencadenó en cuestión de minutos - Disculpe Señor - mi voz sonó tan alta que todos se giraron hacia donde me encontraba - ¿dónde están los servicios? - Con cara de asco, dirigiéndose a mi como el polizón y cara dura que era desde su punto de vista, me negó alegando que no era momento adecuado para una pregunta tan inoportuna. - ¡Si quiere me meo aquí! - sus ojos se desorbitaron y con desdén pero con ímpetu me indicó dónde estaban. Qué esperaba, la tensión nos pasa factura a todos y debía dar gracias que sólo fuera eso lo que me pasaba. De camino a los baños me ocurrió algo inesperado; ¡¡qué digo inesperado, algo terrorífico!!. ¿Habeis visto la película Alien?, pues exactamente es lo que me encontré poco antes de entrar al servicio. Uno no, eran varios, pero el que me quería atacar y no sé si comer, era el cabecilla de todos ellos. Le olía el aliento un poco a azufre y a su lado estaba esa especie de arañita que se adhiere a tu careto para inyectarte el embrión que luego nace destrozándote todo el costillar. A lo que iba, que estaba "cagao" de miedo. Cómo le haces razonar a un bicho así; un bicho que babea y mucho. Me escupió el ácido ese que segregan pero lo esquivé con soltura. -A mi estos me van a pillar de nuevas - pensé. Me planté, serio y seguro frente a ellos y se lo dije sin importarme lo más mínimo - al final de ese pasillo está llenito de visitantes con un sabor rico, rico, rico. Yo ahora, si me disculpais, voy a entrar al servicio, no me aguanto más porque no pienso hacérmelo aquí encima (ni mucho menos delante de tanto Alien, que yuyu).
Entré al baño y acompañé a la situación con la repetitiva melodía de un silbidito muy animado, ahogando así los gritos que a lo lejos se oían.
Han pasado un par de días y estoy encerrado en la cabina de mando de la Estación Espacial, rodeado de cuerpos mutilados y sangre salpicada por todas partes. Al otro lado de las compuertas cerradas puedo escuchar los movimientos inquietos de todos los Aliens que me quieren degustar. No tengo internet, la línea se ha"caído" y no puedo sacarme un billete de vuelta a la tierra por Low Cost y encima la chica del teléfono de asistencia para solucionar mi problema con internet, me ha dejado en espera escuchando esa agradable melodía que ameniza la larga espera.
Lo dicho, la próxima vez hago una maleta con más mudas. No sabeis lo incómodo que es viajar con lo justito.

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